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Fue una mujer, tal vez visionaria pero ciertamente persuasiva, que unió a los franceses en la "Guerra de los cien años", contra las invasiones inglesas del Continente. Era una campesina, nacida en Domrémy (actual Domrémy-la-Pucelle). Tenía trece años cuando creyó haber oído la voz de Dios para salvar a Francia. También afirmó haber visto a San Miguel y a varias santas que la pedían luchar contra los invasores.
A principios de 1429 los ingleses estaban a punto de capturar Orleans. Ella exhortó al Delfín, más tarde Carlos VII, a defenderse por orden de Dios. Unos teólogos examinaron su propuesta y, ante su juicio positivo, se la dieron tropas que ella comandó y con las que venció en Patay y liberó Orleans.
Carlos VII no quiso luego secundar sus indicaciones de seguir luchando. Ella se dirigió por su cuenta, en 1430, a enfrentarse contra los invasores en Compiègne, cerca de París. Pero cayó en manos de soldados borgoñones que la entregaron a los ingleses. Juzgada en un tribunal eclesiástico en Ruán se la condenó por herejía y brujería. Los interrogatorios duraron catorce meses. Se la acusaba de usar ropas masculinas y de herejía por afirmar que era Dios quien la mandaba y no la Iglesia católica.
El tribunal la condenó a muerte, pero al arrepentirse de sus errores, la sentencia fue conmutada por la cadena perpetua. Regresó a la prisión y volvió a usar vestidos de hombre. Llevada de nuevo al tribunal, fue condenada y quemada el 30 de Mayo de 1431 en Ruán.
Veinticinco años después se revisó su caso y se la declaró inocente. Fue canonizada en 1920 por Benedicto XV.
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